lunes, mayo 23, 2005

Mea culpa

Admítolo. Yo soy la única responsable de que todas las sillas estén rotas o torcidas. Pero, believe me, no lo puedo evitar. Es un vicio. En cada silla que me siento me tengo que hamacar. Me genera placer, en demasía (y al confesar esto me imagino con un cartel luminoso enorme de telo sobre mi cabeza que dice M-O-R-B-O y, obviamente, yo sonriendo debajo, bien Ruckaufista) pero también es una necesidad. Es algo vital. A veces no me doy cuenta y me empiezo a hamacar en lugar indebidos, pero a los que piensan por dentro: "mirá a esa mal educada/mocosa/boluda/naba/insolente/desubicada/etc" les dedico un big yuyo y un, aún más grande, MASIPORMIMATATE
A ver...entendámonos: LAS SILLAS FUERON CREADAS PARA ESTO. Se ofenderían si nosotros no las utilizamos para hamacarnos. Silla que no resiste hamacadas diarias no es silla. LA silla, y me refiero a LA silla, viene ya de fábrica con el pedigree.
Y no lo quiero "corregir", no lo voy a corregir. Me habré encaprichado, seré una grandulona tonta, lo que quieran pero yo con la silla m-e h-a-m-a-c-o. Ta claro? Y si me despierto algún día con ganas de no hamacarme más, vayan sabiendo que seguro me resultaría imposible deshacerme de este hábito, ya está demasiado incorporado.

Lease, notifiquense, archivese