Volviendo del trabajo un poco más tarde que lo habitual en el mismo mini bus del ronquido, me toca viajar con un grupo de pasajeros con los que ya había tenido el enorme placer de viajar anteriormente. Este grupo, imagino, debe viajar hace años con la misma empresa, en el mismo horario y todos los días. Todos se conocen, todos se saludan, todos se abrazan, todos charlan con todos, todos se quieren. Son siete y se ubican en los primeros asientos. El señor mayor sentado detrás del chofi se encuentra con un estado gripal catarroso, pero no lleva pañuelos consigo. Para qué? Si puede estar durante todo el viaje autoaspirándose los mocos. La señora sentada junto a él posee un timbre de voz encantador, bien agudo como a mí me gusta. En los asientos de al lado se encuentran ubicados, del lado de la ventanilla, EL fanático del fútbol que siempre se las ingenia para relacionar cualquier tema con ese deporte y, del lado del pasillo, una rubia que también tiene un timbre de voz divino, que, además, en el día de la fecha había concurrido a la peluquería porque cumple años y que había cocinado la noche anterior cinco docenas de empanadas porque nunca sabe “cuántos pueden caer al festejo”. En la segunda fila de asientos del lado del conductor se encuentran sentados un niño egresado el año pasado del colegio secundario, que actualmente es alumno de la UADE, que opina que las universidades del estado no merecen el prestigio del que disponen porque aparte de los baños sucios se compran los títulos y nadie estudia; a su lado se sienta “Pochi”, una señora con unos pensamientos un tanto ultraderechistas que no duda en hacer público su odio a todos los “subversivitos”. El último integrante del breakfast club es un ejecutivo de aproximadamente cincuenta años que tiene reflejos color amarillo chillón en su cabellera, bigote canoso y que se empeña en destruir la gramática española, agregándole constantemente la N al final de todo verbo, lo que implica tener que escuchar: “corransen”, “atropellenlon”, “sientensen” y demás exquisiteces. Recordemos que en este grupo todos se quieren.
En la tercer fila de asientos izquierdos, del lado del pasillo, me encuentro sentada yo.
Arrancamos! Autopista. Tiroteo en la autopista que genera un embotellamiento y congestionamiento en el tránsito por lo que el mini bus mantiene un promedio de 20 kilómetros por hora (tránsito más congestionado que el señor de la primera fila). Dentro del mini bus, en los primeros siete asientos, conversación va, conversación viene. Chiste va, chiste viene. Carcajada va, carcajada viene. Tos va, tos viene. Elevamiento grupal de la voz va, elevamiento grupal de la voz viene. De repente, seis de los siete amigos empiezan a cantar el feliz cumpleaños y a aplaudir eufóricamente. Todos le preguntan a la cumpleañera, Mabel, cuántos son los años que cumple y qué le han regalado hasta el momento. Mabel, entusiasmada, comienza su relato sin dejar escapar ningún detalle. El señor de los mocos se levanta y se dirige hacia la cumpleañera y comienza con el ritual del tirón de orejas. Mabel confiesa que nunca le gustó que le tiren las orejas pero que, año a año, se va acostumbrado un poquito más. Igual sigue sin entender a la gente que lastima con la “malteada”. Al contar lo de las cinco docenas de empanadas, “Pochi” comienza un cántico, al cual se suman los otros cinco, que al ritmo de las pisadas reclama: “queremos empanadas, queremos empanadas”. Mabel, que asegura que le van a sobrar más de dos docenas, promete traérselas al día siguiente, el futbolero filtra un: “golazo de media cancha” pero Mabel les advierte que son de carne, no de jamón y queso. “Pochi” asegura que no discriminan. Las carcajadas son colectivas. Dándose cuenta de que no avanzábamos debido al accidente en la autopista comienzan un nuevo cántico grupal, esta vez el elegido era: “chofer, chofer apure ese motor”. Lamentablemente no duró más de tres minutitos. Aburridos empiezan a intercambiar opiniones acerca de temas varios. Léase piqueteros, educación estatal y gratuita, UADE, baños públicos en general, Boca-River, clima, feriado nacional, esposas insistentes, vinos, Kirchner, TVR, Butacas, Boca-River, zurdaje, entre varios más. Todas intervenciones interesantísimas. Cada uno aportaba lo suyo. En fin.
Al escuchar que la señora de nariz grande y voz aguda melodiosa contaba, gritaba bah, que su jefe de sector le “tira los perros” todo el tiempo y no sabe cómo hacer para que se de cuenta de que “no le mueve un pelo” y al escuchar inmediatamente después un abucheo femenino se me ocurre disparar un “SHHHHHHHHHHH”. “Pochi” se da vuelta y pregunta quién fue el que las calló, a lo cual yo me paro y respondo orgullosamente y lista para dar batalla: “YO!!”. El futbolero filtra bien bajito un “sigan durmiendo”, lo escucho y todavía parada le respondo bien a lo doña Rosa: “es lo que estamos tratando de hacer desde Sarmiento y Cerrito”. Un señor se suma a mi rebelión y agrega: “Sí, son insoportables”.La narigona acota que están charlando y que no tienen por qué viajar calladas, a lo cual, obviamente todavía parada y apretándome la vincha a lo Rambo, le respondo: “No tienen por qué viajar calladas, pero tampoco tienen que ser todos tan irrespetuosos, pueden charlar en los decibeles normales, sin necesidad de gritar y molestar al resto de los pasajeros. Se la pasaron cantando, aplaudiendo y gritando durante todo el viaje. Acá todos pagamos el boleto y por lo tanto todos tenemos derecho a tener un viaje ameno y en paz. Entonces por favor no sean tan maleducados y respeten al resto de las personas que estamos viajando en la misma combi que ustedes”. “Pochi”, nazi y fascista, me contesta que no es desconsideración y que si para mí eso era falta de respeto no tenía la menor idea de nada, que falta de respeto era callar a los demás. Le agradezco a “Pochi” por esas palabras ya que me llenó de argumentos y me devolvió la verborragia que en circunstancias como estas suele salir arando. Seguí refutándoles hasta llegar a mi destino, soportando inclusive intervenciones del joven púber defensor de la UADE. Igual les gané por goleada. Pero antes de bajarme les dedique a esos siete engendros, con mi mejor cara de simpatía un: “Chau, hasta pronto”
Lo que me preocupa es que no deja de titilarme el ojo.
Hace 1 mes.
3 comentarios:
Ke bárbara! Yo no podría, "la manera ke me gusta ke crean ke soy" no me lo permite, pero kedate trankila ke si vos empezás no dudaría medio segundo en levantarme y darte apoyo (mami)
no lo dudo primorrrrr.
vaya q si somos parecidas, eh? a ver cuando nos cruzamosx MSN : )
cheers & hails...
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