Ya van dos años en la empresa. Tiene una organización malísima y un manejo del personal jerárquico peor. Pero hoy puedo asegurar que me encanta llegar todos los días a esa oficina cerrada a las 7 de la mañana preparada para, seguramente, disfrutar y reirme hasta que duela. Que hay días de mierda nadie lo puede negar, pero tampoco se puede negar que pueden ser contados con los dedos de una mano. El grupo que se armó es inmejorable. Tenemos nuestras propias reglas secretas que tan sólo los del turno mañana sabemos, por ejemplo una que se respeta de lunes a viernes, siempre y cuando no haya trabajo, es mantener las luces apagadas de 7 a 8 para retomar una vieja tradición del jardín de infantes conocida como "siesta colectiva" y seguido a eso, la primera ronda de mate de la mañana que implica votación para ver quién se tiene que levantar a buscar el agua caliente a la cocina.
Cuando alguien se mete con alguno de nosotros o trata de perjudicarlo es sabido que inmediatamente se le va a ir el malón encima. Siempre que algo nos parece injusto, la unión se afianza y defendemos lo que creemos correcto. Lo bueno es que todos lo valoramos y la relación se retroalimenta constantemente.
Manejamos los mismos códigos, compartimos un humor característico, criticamos a todo el mundo y vivimos las 8 horas diarias lo más tranquilamente posible.
Y creo que a todos se nos disfraza la obligación y el cumplimiento y más que como responsabilidad lo tomamos como divertimento bien pago.
Hace 1 mes.
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