viernes, septiembre 28, 2012

A day in the life I

A lo largo de la vida, muchos son los días especiales que nos tocan vivir. Aquellos que nos marcan, que se destacan y que perduran. Creo que ninguno es más especial que otro, no son comparables. Cada uno tiene lo suyo.

Sentí ganas de escribir acerca de ellos. Ver qué sale. Plasmarlos en palabras.

Y voy a empezar (sin particular motivo) con un día del 2009. Mi tía, quien tiene problemas de salud y que había intentado muchas veces –sin éxito– quedar embarazada, estaba en la recta final de su soñada gestación. Fue un embarazo muy cuidado en cada etapa por los riesgos a los que estaba expuesta debido a su condición. Estábamos en la casa de mis padres, celebrando algo que no recuerdo, y hacia el final del encuentro mi tía pidió la palabra. Emocionada hasta las lágrimas, empezó a hablar de lo importante que era la llegada de su hija al mundo, de la alegría inmensa que le generaba, de sus miedos, de sus expectativas y de las ganas que tenía de que su sobrina mayor, con la que compartió infinitas vivencias, fuera la madrina de Lourdes.

No soy una persona de lágrima fácil (aunque con el tiempo fui aprendiendo a no contener tanto las emociones), pero recuerdo que esa noche no paré de llorar de felicidad. Quizás no tanto por haber sido elegida madrina, sino por lo que representaba para mi tía tener la opción de esa elección.

La relación con mi tía fue mutando con el pasar de los años. En mi infancia, fui muy unida a ella, compartimos miles de experiencias. Ella vivía con mi abuela y yo encontraba en esa casa un hueco en el que podía escabullirme, escaparme y abstraerme de la realidad que me tocaba vivir en mi casa. A medida que fui creciendo, me fui apartando. Veía en mi tía actitudes que no compartía, que no eran compatibles con cómo yo sentía u obraba. Me sigo preguntando si la juzgo demasiado, otras veces me alegro por ser/actuar diferente. Lo innegable es que el cariño sigue intacto y que aquella noche del 2009 fui muy feliz.


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