Quizás la experiencia más shockeante de mi vida. En este momento no recuerdo alguna otra que se asemeje a la desesperación que sentí en ese momento.
De repente en el medio de la noche, sin saber si era parte de un sueño o el sonido penetrante provenía realmente de la otra habitación, instintivamente me levanté y comprobé que lejos estaba de ser un sueño. Era el golpeteo de la cama contra la pared. En ella se encontaba mi tío. Mi tío que hacía dos meses no padecía una convulsión. Sus ojos eran todos blancos y el color de su cara se tornaba cada vez más morado. De la boca le salía sangre, muchísima. Al golpeteo de la cama se le sumaba el llanto de mi abuela. Mi abuela que estaba sentada al lado de la cama sosteniéndolo, tratando de meterle una toalla en la boca para que no se siga mordiendo la lengua. Mi tía yendo y viniendo con el teléfono en la mano, llamando a un doctor, llamando a otro.
Yo, parada ahí, sin poder hacer algo para ayudar. Inmóvil, con cara de susto e invadida por el miedo.
Al rato, el silencio. Una vez que mi tío despertó, sin entender mucho, pedía perdón por habernos asustado y preocupado. Creo que con nuestros abrazos no fue necesario decir nada más.
Hace 5 semanas.
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